martes, 16 de abril de 2019


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Todo tenemos la misma cantidad de tiempo cada día.
  La diferencia entre las personas se determina por lo que hacen
 con el tiempo que tienen a su disposición.  No sea como
el piloto de la aerolíneaque volaba sobre el océano
 Pacífico que informó a sus pasajeros: “Estamos perdidos,
pero estamos haciendo un excelente tiempo!”.
Debemos recordar que el futuro llega de segundo a segundo,
 de minuto a minuto, de hora en hora. Controlemos nuestro
tiempo con la dirección de Dios y podremos dominar
nuestra vida para alcanzar las metas trazadas.

He puesto delante la vida y la muerte, la bendición
 y la maldición; escoge pues, la vida,  para que vivas tú
 y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo
 a su voz y siguiéndole a él; porque él es vida para ti
 prolongación de tus días. .
Deuteronomio 30:19b, 20a





Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo, y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra. (1 Juan 5:4)                

Piense usted en lo que implica esta frase “al mundo”. Piense en las presiones morales con las que nos enfrentamos actualmente en el mundo, la perspectiva y las normas de la sociedad impía que nos rodea, que está constantemente entrometiéndose en nuestra conciencia mediante tremendas presiones con el propósito de que adoptemos estas actitudes y normas para la vida. Piense usted en la tentación de engañar y mentir con el fin de seguir adelante a toda costa, siendo deshonestos, no solo en lo que se refiere en rellenar nuestros documentos para el pago de los impuestos, sino en todos los aspectos de los negocios. Otra presión corriente con la que nos enfrentamos en el mundo es la de ser sexualmente inmorales, algo que resulta especialmente evidente entre los jóvenes y las personas solteras. Se nos anima a que alimentemos el fuego y satisfagamos nuestros deseos, a pesar de que pueda estar mal y resultar mortal. Las presiones que nos rodean son tremendas estos días, a veces aparentemente irresistibles. Está la presión de aceptar ideas equivocadas, reaccionando en contra de otras personas de la misma manera que lo hace el mundo, vengándonos por ello, reaccionando de la misma manera que ellos, mostrándonos resentidos y celosos, siendo ambiciosos y crueles. ¿No siente usted todo esto? La codicia de la carne, la lujuria de los ojos y el orgullo de la vida, todo esto es del mundo.

¿Cómo puede usted vencer al mundo? ¿Cómo puede seguir adelante, momento tras momento, día tras día, año tras año, viviendo una vida que es totalmente contraria a ello, basada en normas, objetivos y evaluaciones que son totalmente diferentes, y soportar no solo durante diez años sino durante décadas enteras en contra de esa clase de presión moral? ¿Cómo se mantiene usted firme en medio de esto y no solo permanecer firme, sino intentando ayudar y ganar a otros a su manera de pensar? Juan dice que es “por fe”; eso es todo. No por una fe que tuvo usted hace veinte años, al principio de ser cristiano, sino por fe en la vida de Jesús presente en usted ahora. Por medio de la fe en Él que obra en usted, en medio de las presiones, contrarrestándolas con la presión de Su propia vida.

Una vez oí acerca de un capitán de barco que estaba describiendo cómo era haber pasado por una tempestad. Describió el barco en medio de las olas, elevándose por todas partes, con el viento soplando con fuerza y la lluvia implacable cayendo. El barco daba la impresión de ser la víctima impotente de la tempestad, bajo la fuerza de los poderosos elementos embravecidos por todas partes. Su destrucción parecía asegurada, pero él dijo: “Yo estaba en el puente del barco agarrado a la barandilla. Podía sentir la vibración de los motores en lo profundo, en el interior del casco del barco. La tempestad, el viento y las olas parecían estar diciéndole al barco: ‘No puedes venir, no puedes venir’. Pero yo oí la respuesta vibrante de los motores diciendo: ‘Sí que lo haremos, sí que lo haremos’, y lo hicieron”. Así es como vencemos al mundo.

Si nos damos por vencidos, si reflejamos las mismas actitudes y acciones del mundo, hemos sucumbido al mundo y a las artimañas del demonio. Pero si nuestra dependencia gira en torno a la vida del Hijo de Dios, Su vida está en nosotros, y además: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.

Padre, siento el llamamiento a la batalla en contra de las fuerzas sutiles y engañosas de una era mundana. Concédeme que pueda tener una fe renovada en Tu poder y que salga a enfrentarme con el mundo en una empresa de fe que hace que cada día sea una emocionante aventura.

Aplicación a la vida

¿Cómo nos enfrentamos con las presiones de la vida? ¿Las estamos pasando canutas, intentando vencer nuestras dificultades, o estamos resistiendo con una fe creciente, descansando en Cristo que obra en nosotros?




El cambio y la transformación son necesarios para poder recibir el vino nuevo







El cambio y la transformación son necesarios para poder recibir el vino nuevo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Lucas 5: 37
El cambio y la transformación son necesarios para poder recibir el vino nuevo. Una mente arraigada en el pasado no está preparada para recibirlo, porque de esta manera se perdería todo lo que Dios tiene para nosotros.
El odre viejo todo lo razona y no permite que lo sobrenatural se manifieste, impidiendo que el Espíritu Santo haga lo que tiene que hacer. Por eso, debemos tener nuestra mente abierta para pasar por los procesos de transformación. Los procesos duelen, y más cuando entendemos que tenemos que dejar muchas cosas para poder seguir la dirección del Espíritu.
Cuando somos cambiados empezamos a recibir del vino nuevo. Esto nos lleva a tener una manifestación poderosa en Su presencia y a romper con los paradigmas religiosos que nos tenían atados. Nuestra vida cambia totalmente, haciendo lo que no hacíamos antes y dándole libertad absoluta al Espíritu Santo para que se mueva libremente en todo.
Recibamos el nuevo vino que quiere llenarnos de esa unción poderosa para que conquistemos y arrebatemos todo lo que el enemigo nos ha quitado, pero primero habiendo arrancado todo lo viejo que estaba en nosotros.

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